Si una noche de invierno un viajero de Italo Calvino
-Los vértigos están por todas partes- y coge el revólver que Valeriano ha terminado de montar, lo abre, apoya el ojo en el cañón como para ver si está bien limpio, hace girar el tambor, mete un proyectil en uno de los agujeros, alza el gatillo, mantiene el arma apuntada contra el ojo haciendo girar el tambor-. Parece un pozo sin fondo. Se siente la llamada de la nada, la tentación de precipitarse, de reunirnos con la oscuridad que nos llama. Pág. 101. |