Calificación promedio: 5 (sobre 2 calificaciones)
/Recuerdo una vista del artista brasilero Vick Muniz en la que un niño le preguntó si recordaba cuándo había comenzado a dibujar. Él respondió que no lo recordaba, pero sí cuándo los demás dejaron de hacerlo. al igual que todos los niños, yo dibujé desde muy pequeñita, y tuve la suerte de que, en ese entonces, mi madre se dedicara a ilustrar libros infantiles: la ilustración en casa era una forma natural de contar historias, de expresar emociones, de inventar, de jugar. Es algo que no he perdido.
Leo Lionni, Maurice Sendak, Quentin Blake, Wolf Erlbruch, Roberto Innocenti, Tomi Ungerer, Janosch, Enzo Mari. Y por mencionar algunos más actuales; Shaun Tan, Simone Rea, Nicolas Zouliamis, entre otros.
Yo me fui a vivir en el año 2000 a Mallorca. Pronto, comenzó a ser habitual ver en los noticieros las imágenes de Migrantes que llegaban a las costas de la isla tras sobrevivir al Mediterráneo. Entonces, conocimos a Abdulai, que llegó a Palma tras una larguísima travesía desde Bamako. Se quedó a vivir con nosotros y, durante ese año, fuimos testigos no solo de las condiciones durísimas que le llevaron a despedirse de su familia e iniciar el viaje, sino también de lo que significó tratar de encontrar la estabilidad en un país que lo quería fuera. Muchos años después, y ya de regreso a mi país, hice el primer dibujo tras ver unas fotografías de Magnus Wennman que hizo a unos niños sirios durmiendo en un campamento improvisado en medio del bosque. La mirada de aquellos niños me conmovió profundamente y, ante ello, hice lo único que podía hacer: dibujar. En un principio, no tuve la intención de hacer un libro; se trataba de dibujos aislados que hice por una necesidad muy fuerte de expresar lo que estaba sintiendo. Pero a medida que fueron aumentando, fui construyendo el relato. Sin embargo, uno no puede aproximarse a un tema tan delicado, sobre todo desde el lugar de privilegio desde el cual yo lo hacía, sin ser consciente de la responsabilidad que eso implica. Tardé casi dos años en terminar este álbum.
La muerte es una certeza en el lugar de origen del que huyen los personajes. El camino, aun sabiendo los riesgos que lleva consigo, es por lo menos, incierto y, por tanto, alberga esperanza. Es un viaje en el que la muerte es una compañía constante. El libro empieza a mitad del camino: no sabemos de qué están huyendo: ¿probablemente del hambre?, ¿de la guerra?, ¿o quizá un catástrofe climática? de pronto aparece este personaje, esta muerte frágil, que no se ve amenazante sino que casi parece uno de ellos.
La ficción permite aproximarse a una realidad extremadamente dura, desde un espacio íntimo y seguro donde reflexionar y elaborar. Por otro lado, todos los niños del mundo se identifican con los animales, los sienten cercanos; es algo universal. Además, como los animales del libro no pertenecen a una misma familia o especie, Migrantes no nos remite a una historia de migración en particular, como tampoco a un lugar geográfico o a una sola cultura.
A lo vital, en contraste con la tristeza o la dificultad del camino. El color es una forma de esperanza; la oscuridad, el silencio. Pero sobre todo quería que cada uno de los personajes tuviese una identidad propia a través de cada detalle, en el cuidado de sus trajes, de sus expresiones. Lo primero que sucede con los migrantes es que los convertimos en cifras o en parte de una masa humana sin identidad.
Es un gran reconocimiento que ayuda a dar más visibilidad a una realidad que nos afecta a todos. Se trata de un álbum silente, con fondo negro, que habla de la migración forzada. Un álbum en el que hay tristeza, pérdida, duelo. El hecho de que el Gremi, que está en contacto directo con los lectores, otorgue este premio a un álbum como Migrantes habla también de cómo muchas veces aquello que creemos vedado para los niños no lo está.
Estoy ilustrando Alicia detrás del Espejo, de Carroll, para el FCE de México. En paralelo, también estoy avanzando, poco a poco, en otro proyecto personal de álbum silencioso.
Los haikus que nos leía mi padre cuando mi hermana y yo éramos pequeñas.
Siempre vuelvo a los libros que leí. Releeo frases, notas, páginas enteras. A veces buscando algo y otras, solo por el placer de recordar. Y leo una y otra vez a los poetas que me gustan; la poesía siempre ha sido mi gran compañía.
Ninguno, aún estoy a tiempo.
«Uno siempre está compuesto de un trozo de muerte y de camino», de Javier Heraud.
Acabo de terminar Patria, de Fernando Aramburu.
Los desastres de Troti.