Mi mapa de ti de Isabelle Broom
Le sentó genial volver a sentarse ante la máquina de coser y deslizar con diestros dedos el hilo de la bobina, estirando el material mientras la punta de la aguja subía y bajaba atravesándolo. En ese momento, casi olvidó que se encontraba en una casa extraña en un país extraño, lo único que importaba era lo que hacían sus manos, lo que veían sus ojos y lo que le decía el corazón. Así se sentía feliz.
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