R y Julie de Isaac Marion
El mundo es siempre solamente lo que es ahora, y depende ti ver cómo reaccionar a él.
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R y Julie de Isaac Marion
El mundo es siempre solamente lo que es ahora, y depende ti ver cómo reaccionar a él.
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R y Julie de Isaac Marion
Me frustra y me fascina que nunca lo sepamos con certeza, que a pesar de los mejores esfuerzos de historiadores, científicos y poetas, hay algunas cosas que nunca sabremos". Cómo sonó la primera canción. Cómo se sintió al ver la primera fotografía. ¿Quién besó el primer beso y si fue bueno?
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R y Julie de Isaac Marion
No hay un mundo ideal para que esperes. El mundo siempre es lo que es ahora, y depende de ti cómo respondes a él
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R y Julie de Isaac Marion
En mi mente, soy elocuente; Puedo subir intrincados andamios de palabras para alcanzar los techos altos de la catedral y pintar mis pensamientos. Pero cuando abro la boca, todo se derrumba.
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R y Julie de Isaac Marion
Hay cientos de nosotros viviendo en un aeropuerto abandonado en las afueras de una gran ciudad. Evidentemente no necesitamos cobijo ni calor, pero nos gusta tener paredes y un techo sobre la cabeza. De lo contrario, estaríamos deambulando en algún descampado, y eso sería terrible. No tener nada alrededor, nada que tocar ni mirar, sin restricciones en absoluto, solo nosotros y la boca abierta del cielo. Me imagino que estar totalmente muerto es así. Un vacío vasto y absoluto.
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R y Julie de Isaac Marion
[...]—Ya no tenemos flores. Solo cultivos.Yo miro la parte oscura del atardecer por las ventanas del otro lado. —Por nuestra… culpa. —No, no por vuestra culpa. O sea, sí, vosotros tenéis la culpa, pero no solo vosotros. ¿De verdad te acuerdas de cómo eran las cosas antes? ¿Todos los fracasos políticos y sociales? ¿La inundación global? ¿Las guerras, los disturbios y los bombardeos continuos? El mundo ya había desaparecido en gran parte antes de que os presentarais vosotros. Vosotros solo fuisteis el juicio final. —Pero somos… lo que os mata. Ahora. |
R y Julie de Isaac Marion
Soy casi treinta centímetros más alto que ella y debo de pesar veinticinco kilos más, pero me siento pequeño y ligero. Como si ella pudiera derribarme y aplastarme con una sola palabra susurrada. Pero no habla. Guarda el manuscrito en el cajón, que cierra suavemente. Se endereza, se seca la cara con la manga y me abraza, posando la oreja contra mi pecho. —Pum pum —murmura—. Pum, pum. Pum, pum. Las manos me cuelgan sin fuerza a los costados. —Lo siento —digo. Con los ojos cerrados y la voz amortiguada por mi camisa, ella dice: —Te perdono. |
¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?