Suite francesa de Irène Némirovsky
La caridad cristiana, la misericordia de los siglos de civilización se le caían como vanos ornamentos y dejaban al descubierto su alma, árida y desnuda.
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Suite francesa de Irène Némirovsky
La caridad cristiana, la misericordia de los siglos de civilización se le caían como vanos ornamentos y dejaban al descubierto su alma, árida y desnuda.
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Suite francesa de Irène Némirovsky
Caminaban a la par y, de vez en cuando, volvían la cabeza el uno hacia el otro y se miraban con la sonrisa burlona, distraída y un poco triste que suele verse en quienes han vivido juntos y se han querido mucho tiempo.
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Vida de Chéjov de Irène Némirovsky
Es lo bueno de la literatura, puedes pasar días enteros sentado con la pluma en la mano, no advertir que el tiempo pasa y, a la vez, sentir algo parecido a la vida.
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Nieve en otoño de Irène Némirovsky
Era mejor callar. Sin embargo, ¿ante quién podía llorar libremente si no era ante ella?
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El baile de Irène Némirovsky
¿Un odio de solterona a los catorce años? Sin embargo, ella sabe que le llegará su momento; pero tarda demasiado, nunca llega… y mientras tanto, la vida estricta, humillada, las lecciones, la dura disciplina, la madre que grita…
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Domingo de Irène Némirovsky
¿Le asustaba la muerte? Siempre había creído que no, pero una cosa es ver la muerte al final de un largo camino, como el remate natural de una vida prolongada y feliz, y otra muy distinta decirse que esa misma noche, esa misma mañana, esos mismos instantes, son los últimos. |
Domingo de Irène Némirovsky
Christiane aceptaba la situación con la lucidez de una edad mal llamada ciega, puesto que es la única que puede permitirse mirar la vida y el amor cara a cara, como un juego, porque nunca la han vencido, porque aún no ha dado con sus huesos en la fría tierra.
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Dos de Irène Némirovsky
¡Ay, la desgracia es que los hijos creen que somos adultos; sin embargo, de cien hombres, noventa nunca han crecido: son adolescentes envejecidos, niños con el pelo blanco que se mueren de pronto sin haber vivido jamás! Pero ¿cómo van a saberlo estas criaturas
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Dos de Irène Némirovsky
Las pasiones de nuestros padres no nos interesan hasta que han muerto ellos y sus pasiones. Sólo entonces adquieren las proporciones de un irritante misterio, no antes: mientras los corazones que las contienen siguen latiendo, pasamos a su lado con indiferencia.
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Dos de Irène Némirovsky
Tenían los rostros cansados y demacrados por el placer, pero éste no los había envejecido ni afeado: nada altera el esplendor de la juventud.
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Dos de Irène Némirovsky
Entre marido y mujer existen pocas reacciones imprevisibles, como puede haberlas entre padres e hijos o entre los amigos más íntimos. En eso, los casados se parecen a los hermanos y a las hermanas, que, incluso distanciados, incluso enemigos, nunca son indescifrables el uno para el otro.
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Dos de Irène Némirovsky
Se besaban. Eran jóvenes ¡y con qué naturalidad nacen los besos de los labios de una joven veinteañera! No es amor; no se busca la felicidad, sino un momento de placer.
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Dos de Irène Némirovsky
El amor que ha sobrepasado ciertos límites del egoísmo y las conveniencias personales está rodeado de una atmósfera irrespirable.
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El baile de Irène Némirovsky
¿Así que también las personas mayores sufrían por cosas fútiles y pasajeras?
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El baile de Irène Némirovsky
Antoinette nunca más había vuelto a darle otros besos que no fueran los de la mañana y de la noche, que padres e hijos intercambian sin pensar, como los apretones de manos de dos desconocidos.
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Dos de Irène Némirovsky
La vida de algunas personas, sin ser idéntica desde la cuna hasta la tumba, avanza en la misma dirección; sin embargo, yo he cambiado ya varias veces de deseos, de ideas, de amores, hasta el punto de sentir que en mi interior despertaba otra alma, y creo que en este mundo ya no conoceré otra felicidad que la renovación, el renacimiento.
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Dos de Irène Némirovsky
¡Cuánto hay que haber vivido para descubrir rasgos humanos en nuestros padres y maestros! Y seguramente la vida se reduce a ese lento cambio de óptica.
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Dos de Irène Némirovsky
En la juventud, en ciertos instantes en que la felicidad alcanza un culmen casi doloroso, se es a un tiempo actor y espectador, espectador embriagado, enamorado de uno mismo.
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Los fuegos de otoño de Irène Némirovsky
Son los fuegos de otoño. Purifican la tierra; la preparan para las nuevas semillas. Vosotros aún sois jóvenes. Esos grandes fuegos aún no han ardido en vuestras vidas. Pero se encenderán. Y devorarán muchas cosas. Ya lo veréis, ya lo veréis...
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¿Por qué decidió el Principito dejar su planeta?