Los fuegos de otońo de Irčne Némirovsky
Todas las generaciones de mujeres que habían recogido pacientemente lo que el hombre dejaba caer, que, día tras día, habrían barrido la ceniza de las alfombras, zurcido bolsillos y calcetines agujereados, puesto orden, avivado el fuego... Thérčse haría lo que todas: recoger migajas de amor, mantener encendida una temblorosa llamita. Ahorraría cuatro perras, que el seńor se gastaría a la menor oportunidad. Era lo de siempre. Era el destino de las mujeres.
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