El lobo de Whitechapel de Iñaki Biggi
Apretaba la navaja con lujuria recordando la sensación de penetrar con ella la carne. Podía sentir cómo se rasgaba la ropa y después la punta del arma abriendo y desgarrando hasta la empuñadura. Una y otra vez. El recuerdo lo estaba excitando. Ahora veía a la zorra con el rostro de su madre. Un rostro muy amado, hasta el día en que supo qué hacía con otros hombres por un miserable trozo de pan.
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