Puerta del cielo de Ignacio Solares
La otra noche llevé a su cuarto a una pareja de recién casados, medio borrachos, y desde el elevador comenzaron a besuquearse y a acariciarse. Luego, en el pasillo, el tipo empezó a desvestirla, a pesar de las protestas de ella. Yo iba adelante, con la maleta, pero los veía de reojo. Y en el cuarto, apenas entraron se dejaron caer sobre la cama, así, descaradamente, con las piernas entrelazadas. Él besándole el pecho y dicíéndole al oído: no aguanto más, mi amor, no aguanto más. Y ella con los ojos entrecerrados, jadeando y también abrazando al tipo, pero preocupada con mi presencia: nos está viendo el bell boy, mi amor; no, por favor, espérate, dále una propina y que se vaya. Y yo ahí parado, junto a la puerta, nomás mirándolos. El tipo levantó la cabeza un momento, con dificultad metió la mano a la bolsa del pantalón, sacó un billete, lo lanzó al suelo y gritó: ¡Lárgate! Sentí horrible. Con ganas de darle una patada, lo tenía a tiro, en una postura ideal. Pero sólo contesté: No es necesario, señor, buenas noches. Y salí, muy serio.
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