La mujer que tomó veneno de Homei Iwano
Aunque era una enfermedad muy grave, en nuestro fuero interno, los dos pensábamos que era un castigo merecido. Sin embargo, yo no dejaba de darle vueltas a una idea: ni Kichiya que era sifilítica, ni mi esposa, que era una histérica, valían la pena. No, ninguna de las dos merecía la pena. Además, yo padecía mi propia tortura, que se manifestaba en mis disipaciones. Ignoraba hasta dónde llegarían estas disipaciones, este hundimiento de mi alma.
|