Mudbound de Hillary Jordan
Henry y yo cavamos un hoyo de siete pies de profundidad. Menos profundo y el cadáver podría reaparecer con la próxima riada: ¡Hola, muchachos! ¿Os acordáis de mí? Ese pensamiento nos obligaba a cavar incluso después de que las ampollas de nuestras manos hubiesen reventado, volviesen a salir y reventasen de nuevo. Cada palada era una agonía… Un anciano lanzando sus últimos estertores. No obstante, me sentía agradecido por el dolor. Apartaba de mí pensamientos y recuerdos.
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