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Leer en el retrete de Henry Miller
Tengo la certeza de que ningún escritor, ni siquiera muerto, se sentiría halagado si alguien asociara su obra con el sistema de cloacas.
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Calificación promedio: 5 (sobre 52 calificaciones)
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Leer en el retrete de Henry Miller
Tengo la certeza de que ningún escritor, ni siquiera muerto, se sentiría halagado si alguien asociara su obra con el sistema de cloacas.
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Leer en el retrete de Henry Miller
Contemplando el pasado, parece que siempre leí en posición incómoda. (Que es la forma en que escriben la mayoría de los escritores, según compruebo). Pero lo leído penetró. Lo importante es, y debo recalcarlo, que leía sin desviar la atención con todas mis facultades que poseía.
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Trópico De Capricornio de Henry Miller
Sobre todo, yo era un ojo, un enorme reflector que exploraba el horizonte, que giraba sin cesar, sin piedad. Ese ojo tan abierto parecía haber dejado adormecidas todas mis demás facultades; todas mis fuerzas se consumían en el esfuerzo por ver, por captar el drama del mundo. Si anhelaba la destrucción, era simplemente para que ese ojo se extinguiera. Anhelaba un terremoto, un cataclismo de la naturaleza que precipitase el faro en el mar, deseaba una metamorfosis, la conversión en pez, en leviatán, en destructor. Quería que la tierra se abriera, que tragase todo en un bostezo absorbente. Quería ver la ciudad en el seno del mar. Quería sentarme en una cueva y leer a la luz de una vela. Quería que se extinguiera ese ojo para que tuviese ocasión de conocer mi propio cuerpo, mis propios deseos. Quería estar solo durante mil años para reflexionar sobre lo que había visto y oído...y para olvidar. Deseaba algo de la tierra que no fuera producto del hombre, algo absolutamente separado de lo humano, de lo cual estaba harto. Deseaba algo puramente terrestre y absolutamente despojado de idea. Quería sentir la sangre corriendo de nuevo por mis venas, aún a costa de la aniquilación. Quería expulsar la piedra y la luz de mi organismo. Deseaba la oscura fecundidad de la naturaleza, el silencio, o bien los lamidos de las negras aguas de la muerte. Quería ser esa noche que el ojo despiadado iluminaba, una noche esmaltada de estrellas y colas de cometas. Pertenecer a la noche tan espantosamente silenciosa, tan absolutamente incomprensible y elocuente al mismo tiempo. No volver a hablar ni a oír ni a pensar nunca más. Verme englobado y abarcado y abarcar y englobar al mismo tiempo. No más compasión, no más ternura. Ser humano solo terrestremente como una planta o un gusano o un arroyo. Verme desintegrado, despojado de la luz y la piedra, variable como una molécula, duradero como el átomo, despiadado como la propia tierra.
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Trópico De Capricornio de Henry Miller
Si consigue uno sobrevivir, seguir viviendo y superar la sensación de desesperación y de futilidad, en ese caso ocurre otra cosa curiosa. Es como si uno hubiera muerto realmente y hubiese resucitado efectivamente; vive uno una vida supranormal. Es decir, que uno es alegre, sano e indiferente de una forma que no es natural. Desaparece el sentido trágico: sigue uno viviendo como una flor, una roca, un árbol, unido a la naturaleza y enfrentado a ella al mismo tiempo. La vida se convierte en un espectáculo. La soledad queda suprimida, porque todos los valores, incluidos los tuyos, están destruidos. Lo único que florece es la compasión, pero no es una compasión humana, una compasión limitada: es algo monstruoso y maligno. Te importa todo tan poco, que puedes permitirte el lujo de sacrificarlo por cualquiera o por cualquier cosa. La superficie de tu ser está desintegrándose constantemente; sin embargo por dentro te vuelves duro como un diamante. Y quizá sea ese núcleo duro, magnético dentro de ti lo que atrae a los otros hacia ti de buen o mal agrado. Te conviertes en una anomalía de la naturaleza, en un ser sin nombre, nunca volverás a morir, sino que desaparecerás como los fenómenos que te rodean.
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Trópico De Capricornio de Henry Miller
...como el cabello que crece en un cadáver, y, aunque la gente hable de , el cabello sigue dando testimonio de la vida y, al final, no hay muerte, sino esa vida del cabello y las uñas y, aunque haya desaparecido el cuerpo y el espíritu se haya extinguido, en la muerte sigue algo vivo, expropiando el espacio, causando el tiempo, creando un movimiento infinito.
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Trópico De Capricornio de Henry Miller
Hay ocasiones en que tiene uno que romper con sus amigos para entender el significado de la amistad. Puede parecer extraño, pero el descubrimiento de este libro* equivalió al descubrimiento de una nueva arma; un instrumento, con el que podía cercenar a todos los amigos que me rodeaban y que ya no significaban nada para mí. Este libro se convirtió en mi amigo porque me enseñó que no tenía necesidad de amigos. Me infundió valor para permanecer solo, me permitió apreciar la soledad. Nunca he entendido el libro; a veces pensaba que estaba a punto de entender, pero nunca llegué a hacerlo verdaderamente. Para mí era más importante no entender. Con este libro en las manos, leyendo en voz alta a los amigos, llegué a entender claramente que no tenía amigos, que estaba solo en el mundo. Porque al no entender el significado de las palabras, ni yo ni mis amigos, una cosa quedó muy clara y fue que había formas diferentes de no entender y que la diferencia entre la incomprensión de un individuo y la de otro creaba un mundo de tierra firme más sólido que las diferencias de comprensión. Todo lo que antes creía haber entendido se desmoronó e hice borrón y cuenta nueva. En cambio, mis amigos se atrincheraron muy sólidamente en el pequeño pozo de comprensión que se habían cavado para sí mismos. Murieron cómodamente en su camita de comprensión, para convertirse en ciudadanos inútiles del mundo. Los compadecí, y muy pronto los abandoné uno a uno sin el menor pesar. (*La evolución creadora. Henri Bergson) + Leer más |
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Trópico De Capricornio de Henry Miller
Recuerdo la primera vez que nos separamos. Cuando me dejó, fingía, o quizá lo creyese, que era necesario para nuestro bien. Yo sabía en el fondo de mi corazón que estaba intentando librarse de mí, pero era demasiado cobarde como para reconocerlo. Pero cuando comprendí que podía prescindir de mí, aunque fuera por un tiempo limitado...fue más doloroso que ninguna otra cosa que hubiera experimentado antes, pero también fue curativo. Cuando quedé completamente vacío, cuando la soledad hubo alcanzado tal punto, que no podía agudizarse más, de repente tuve la sensación de que, para seguir viviendo, había que incorporar aquella verdad intolerable a algo mejor que el marco de la desgracia personal. Tuve la sensación de que había dado un cambio de rumbo imperceptible hacia otro dominio que la verdad más horrible no podía destruir. Me senté a escribirle una carta en la que le decía que me sentía tan desdichado por haberla perdido, que había decidido escribir un libro sobre ella, un libro que la inmortalizaría... Comprendí de repente que nuestra vida había llegado a su fin: comprendía que el libro que estaba proyectando no era sino una tumba en qué enterrarla...y al yo mío que le había pertenecido. Eso fue algún tiempo y desde entonces he estado intentando escribirlo ¿Por qué es tan difícil? ¿Por qué? Porque la idea de un «fin» es intolerable para mí. + Leer más |
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Trópico De Capricornio de Henry Miller
Todo lo que ocurre cuando tiene importancia, es contradictorio por naturaleza. Hasta que no apareció aquella para la que escribo esto, pensaba que las soluciones para todas las cosas se encontraban en algún lugar exterior, en la vida, como se suele decir. Cuando la conocí, pensé que estaba aprehendiendo la vida, aprehendiendo algo en que podría hincar el diente. En lugar de eso, la vida se me escapó de las manos completamente. Extendí los brazos en busca de algo a que apegarme...y no encontré nada. Pero, al hacerlo, con el esfuerzo por aferrarme, por apegarme, a pesar de haber quedado desamparado, descubrí algo que no había buscado: a mí mismo. Descubrí que lo que había deseado toda mi vida no era vivir -si se llama vida a lo que otros hacen-, sino expresarme. Comprendí que nunca había sentido el menor interés por vivir, sino solo por lo que ahora estoy haciendo, algo que es paralelo a la vida, pertenece a ella al mismo tiempo, y la sobrepasa. Lo verdadero me interesa poco o nada, y tampoco lo real siquiera; solo me interesa lo que imagino ser, lo que había asfixiado día a día para vivir. Que muera hoy o mañana carece de importancia para mí, nunca la ha tenido, pero que ni siquiera hoy, tras años de esfuerzo, pueda decir lo que pienso y siento...eso sí me preocupa, me irrita.
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Trópico De Capricornio de Henry Miller
Viviendo en un mundo en que había una plétora de lo nuevo, me apegaba a lo viejo. En cada objeto había una partícula minúscula que me llamaba la atención de modo especial. Yo tenía un ojo microscópico para la mancha, para la vena de fealdad que para mí constituía la única belleza del objeto. Me atraía y apreciaba lo que distinguía al objeto, o lo volvía inservible, o lo databa, fuera lo que fuese. Si eso era perverso, también era sano, si consideramos que yo no estaba destinado a pertenecer a este mundo que estaba surgiendo a mi alrededor. Pronto también yo me convertí en algo parecido a aquellos objetos que veneraba, en algo aparte, en un miembro inútil de la sociedad. Estaba claramente anticuado, no había duda. Y, sin embargo, era capaz de divertir, de instruir, de alimentar, pero nunca de verme aceptado, de modo auténtico. En el fondo sentía en los demás una desconfianza, un desasosiego, un antagonismo que, por ser instintivo, era irremediable.
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Trópico De Capricornio de Henry Miller
Mi familia estaba formada por...idiotas. Suyas eran todas las ideas equivocadas que se hayan podido exponer en este mundo. Una de ellas era la doctrina de la limpieza, por no hablar de la probidad. Eran penosamente limpios, pero por dentro apestaban. Ni una sola vez habían abierto la puerta que conduce hasta el alma; ni una sola vez se les ocurrió dar un salto a ciegas en la oscuridad... Mi amargura me impulsa con frecuencia a buscar razones para condenarlos, para mejor condenarme a mí mismo. Pues soy como ellos también en muchos sentidos. Durante mucho tiempo creía que había escapado, pero con el paso del tiempo veo que no soy mejor, que soy un poco peor incluso, porque yo vi siempre las cosas con mayor claridad que ellos y, sin embargo, seguí siendo incapaz de cambiar mi vida. Cuando rememoro mi vida, me parece que nunca he hecho nada por mi propia voluntad, sino siempre apremiado por otros.
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Gregorio Samsa es un ...