La reina de las nieves de Hans Christian Andersen
Entonces, el espejo tembló de tal modo al hacer la mueca, que se les escapó de las manos y se precipitó hacia la tierra, donde se deshizo en cientos y miles de millones de pedazos, y aún más, y entonces causó aún más desventuras que antes, porque algunos pedazos eran apenas mayores que un grano de arena, y se fueron volando por el ancho mundo, y cuando se le metían a alguien en el ojo, allí se quedaban, y las personas lo veían todo deformado, o solo tenían ojos para el lado malo de las cosas, pues cada granito de espejo conservaba la misma propiedad que el espejo entero.
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