Zuleijá abre los ojos de Guzel Yájina
Ignatov no alcanzaba a comprender cómo se puede amar a una mujer. Uno puede amar las grandes causas: la Revolución, el Partido, su país. Pero ¿a una mujer? ¿Cómo se puede utilizar una misma palabra para nombrar la relación que uno mantiene con dos magnitudes tan distintas, como si se pudiera poner en un platillo de la balanza la revolución y en el otro a una mujer cualquiera? Es ridículo.
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