Calificación promedio: 5 (sobre 2 calificaciones)
/La historia de George padre e hijo. Apareció de una manera un poco artificial. Yo quería escribir una novela que tuviera como tema central la paternidad, me interesaba explorar el tema pero no sabía que terminaría haciéndolo de una manera tan oscura. La primera parte de la novela la escribí como un cuento y aunque no soy un buen autor de cuentos, escribí otro sobre un personaje que tiene una gran vocación literaria pero no tiene talento y cambia su vocación literaria por otra muy terrible, la de ser interrogador y torturador en Estados Unidos muchas décadas atrás. Los interrogatorios y los diálogos con los detenidos se convierten en su forma de ficción y de poesía. Entonces pasó que Salvador del Solar, un amigo mío y cineasta peruano, me propuso escribir juntos el guion de su siguiente película y le hablé de estos dos cuentos, conversando ya que una es la historia de un norteamericano en los años noventa y la otra en los años cuarenta o cincuenta ¿qué pasa si los hacemos padre e hijo? Quedamos en que le mandaría el borrador de la historia, comencé a escribirla como correo electrónico y ese fue el inicio, un correo de más de sesenta páginas.
Para mí sí empezó y sigue siendo el tema central de la novela y me he dado cuenta, conversando con personas que ya la han leído, que ven como lo crucial el aspecto político y otras que ven como crucial la relación entre el padre y el hijo. Casi ningún personaje tiene una relación normal con su padre o con sus familias, al introducir un personaje yo sabía que quería investigar su propia variante en la relación con sus hijos o con sus padres. El hecho de que el padre de George fuera un interrogador y que colaborara con dictaduras militares de derecha en América Latina en la época del Plan Cóndor es lo que fue convirtiendo a la novela en algo político también, pero si el padre tuviera otra profesión probablemente no se habría ido por ese lado. La intención siempre fue escribir una novela sobre padres e hijos.
Tenía la idea de ciertas cosas que quería que ocurrieran pero no tenía muy claro cómo iba a llegar de una cosa a otra. Lo divertido de la escritura de la novela es que cada momento en que yo ya llegaba a un punto al que quería, me planteaba cuál era el siguiente y la forma de llegar, entonces necesitaba que la historia cambiara súbitamente, ir del pasado al futuro, que viniera otro personaje a darle sentido a esa parte de la historia. Era como tener un mapa con los lugares trazados pero sin la ruta para llegar a ellos. Lo que sí tuve claro es que necesitaría una cuarta parte en la novela para, de alguna manera, atar esos cabos que iban quedando sueltos en las partes anteriores. El cambio de registros y tonos fue una decisión previa, no quería ponerme ningún límite me dije: haz lo que quieras con esta historia, si en la escritura no puedes hacer lo que quieres, entonces cuándo.
Yo creo que sí pero no sé si en esta novela en particular porque, aunque no siempre da la impresión, no hice mucha investigación para escribirla. Más que la historia es la memoria, esta novela y muchas otras me parecen un buen vehículo para explorar cómo funciona la memoria, cómo se transmite y las discrepancias de las distintas historias que cada uno o cada sociedad construye desde su propia memoria. Me parecía coherente con eso el hecho de no investigar demasiado porque quería que un elemento adicional de distorsión fuera el hecho de que yo estaba contando cosas desde mis propios recuerdos, de lo que una persona de cincuenta años latinoamericana escuchó cuando era chica, lo que leyó, de lo que fue testigo.
Creo que los personajes que más se parecen a ti en la novela son los que más trabajo te cuestan porque te obligan a mirarte. Hay algo de ti en todos los personajes lo cual es terrible en una novela que tiene tantos personajes monstruosos. Sin embargo, la señora Richards fue algo curioso y un reto para mí contar la historia desde el punto de vista de una mujer, víctima de mucha violencia en su juventud, todo eso lo veía como muy lejano a mí pero después me di cuenta que es el único personaje peruano que vive en Maine, donde yo vivo y que mucha de la nostalgia que ella siente por su pasado en el Perú, mucho del descontento de vivir en una zona de Estados Unidos donde menos extranjeros hay, esa sensación de soledad, todo eso viene de mí.
Creo que hay algo de Cervantes y El Quijote. En algún momento me di cuenta que gran parte de la novela iba a ser el viaje de este personaje que busca algo que no está muy claro y con la misión enloquecida que se había puesto a sí mismo de vengar una serie de crímenes. Se trataba de una cosa quijotesca, eso me hizo sentir más en libertad de escribir en todos los géneros, fue liberador. También Borges, Vargas Llosa y Bolaño que para mí son como mi adn literario, no puedo planear seguirlas, ni planear no seguirlas porque simplemente ya están ahí. La idea del doble y los saltos temporales vienen de Borges y en cuanto a la construcción de la novela yo siento mucha admiración por el trabajo de Vargas Llosa que es mucho más tradicional, va en busca de la novela perfecta y Bolaño que deja un montón de huecos o vacíos, Vivir Abajo tiene un poco de ambos.
Como una novela. Mi idea era un poco recuperar la noción de novela como algo que no tiene que inscribirse en un subgénero determinado. Volviendo al Quijote, obra con la que se funda la novela como novela moderna y uno de los rasgos que la definen es que dentro de ella conviven muchos géneros y otras formas literarias.
Lo que estoy haciendo ahorita es pintar, es algo que me gusta hacer aunque no sea profesional en ello. Cada cierto tiempo me pasa que me despierto un día y me llama más la atención pintar que escribir. De todas maneras tengo comenzados dos proyectos literarios que retomaré cuando me pase la fiebre de la pintura. Uno es un libro de ensayos sobre el cuento El Aleph de Borges que todavía no tengo muy claro si va a ser académico o más ficcional. Y una novela corta que se llama Mini mosca que tiene como personaje un poeta que es campeón de box del peso mini mosca pero que en el fondo es una novela sobre la amistad.
Las dos novelas que más me hicieron pensar en estudiar literatura y tal vez con el tiempo sí en escribir fueron La vida exagerada de Martín Romaña de Bryce Echenique y La guerra del fin del mundo de Vargas Llosa.
Un autor que puede tener ese efecto sobre uno es Borges.
Antonio Cisneros, con él me di cuenta que la poesía me podía gustar, fue insólito que un poeta pueda ser cómico y profundo, fresco, cercano a ti y tan universal.
Ahora mismo cuando me preguntan recomiendo leer a un poeta peruano extraordinario, Mario Montalbetti, es menos conocido de lo que debería ser.
Es una pregunta bien cruel, pero si sigue siendo considerado clásico yo diría Herman Hesse.
La novela que acaba de publicar Vargas Llosa Tiempos recios y lo que he estado leyendo en los últimos meses son los seis tomos del libro de de Karl Ove Knausgård, Mi lucha. También leo cómics y novela gráfica, estoy ahora con lo último de Seth.
¿Quién mata al elfo Dobby?