El autor de 'Las tempestálidas' exhibe su maestría para la ironía y la concisión en 'Acerca del robo de historias'.
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El autor de 'Las tempestálidas' exhibe su maestría para la ironía y la concisión en 'Acerca del robo de historias'.
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Creo que hablar de esta novela ha sido más difícil de lo que yo creo, Tuve que leer críticas, reseñas, comentarios y aun así siento que no estoy lista. Desde que vi la sinopsis entre en una crisis de "Quiero leerlo" Tiene demasiado de que hablar y ya es la segunda vez que hago esta reseña, esta historia esta basada en relatos, relatos que están entrelazados con memorias, yo lo relaciono mucho con las vidas pasadas. Además leí algo muy cierto en otra critica, donde decía que este libro hablará de tristeza pero tiene un poco más de física, y es que a pesar de no tener la historia más original del mundo y que parece que no tiene coherencia, porque no tiene una estructura común de novela, pero es mucho más que eso. No me gustaría mucho hablar de esta historia por muchos motivos, uno como que aun no acabo de asimilarlo y la verdad no la considero una lectura ligera y fresca para leerla entre actividades de la universidad, si no es algo que debes de pensar y asimilar, además de que yo aun no estoy conforme con esta calificación, probablemente suba cuando lo lea por segunda vez y deje más en esta critica. Solo puedo decir que deberían leerlo, sin prejuicios y sin esperar nada, por que con simples frases me llenaron tanto por muchos motivos, llego a un punto donde este libro se metió en mi ser y estoy satisfecha con esta lectura y ojala espero la lean. + Leer más |
Hablemos del libro Física de la tristeza es un libro que me sorprendió desde su llegada, la portada a pesar de que es muy sencilla en lo personal me gustó mucho, es de pasta dura, las letras son grandes por lo que facilita la lectura, es un libro que realmente me hubiera costado elegir pues no es el género que normalmente leo, sin embargo encontré varias sorpresas cuando lo fui descubriendo. La historia se desenvuelve en Bulgaria, y es narrada por un niño y como mediante sus recuerdos, experiencias entre la vida y la muerte va reconstruyendo historias de su familia y de cómo eran las cosas en su país en esa época. Todo comienza en una visita una feria y descubre al minotauro y su laberinto empiezan a crear realidades a través de mitos y narrativas entre tiempo y espacio, este último hecho, me costo un poco pues tenía que retroceder en ocasiones la lectura, ya que cambiaba de un personaje a otro y de una era a otra, por lo que llego a confundirme de quien era la persona que estaba desenvolviendo el rol en ese momento. El protagónico se ve muy identificado con el minotauro pues nunca se le dio derecho a decidir y fue abandonado inclusive por su madre en un lugar obscuro y sin salida, asi mismo… nos muestra la vida en Bulgaria y en esa época, un lugar donde solo tenían que seguía reglas y costumbres de su país, nos muestra el abandono, la incomprensión también nos muestra a un país solitario y aislado esta realizado en figuraciones del pasado, de la herencia humana y como afecta en el presente. Si quieres darte oportunidad de conocer una forma diferente de ver las cosas, tienes el tiempo para analizar cada una de sus frases pues al principio cuesta un poco date la oportunidad de leer este libro te hará pensar y apegarlo a tu vida a lo que actualmente vivimos. + Leer más |
“El pasado, la tristeza y la literatura: solo me interesan esas tres ballenas ingrávidas” El mismo autor definió su novela como una cápsula del tiempo, esos recipientes tan populares en las últimas décadas del siglo pasado que se llenaban de cosas diversas y que debían identificar el momento en el que se enterraba. Por ello, indudablemente, la novela llegará más a aquellos que vivieron en la Sofía búlgara de los años ochenta o a aquellos que, como yo, vivimos en nuestra primera adolescencia, también por aquellos años, el final de una dictadura, pero el pasado, la tristeza y la literatura es algo que nos importa a todos y de eso va este libro. “En Bulgaria no hay Dios, abuela... En Bulgaria por no haber no hay ni pimentón ni aceite” Eran años en los que las precauciones que se tomaban con los niños eran mucho menores que ahora. No era raro dejar a niños pequeños solos en casa o incluso al cuidado de otros más pequeños. Gospodínov era uno de ellos. Desde muy corta edad permanecía muchas horas solo en un sótano cuya única comunicación con el exterior eran unas pequeñas ventanas que solo dejaban ver los pies de la gente que pasaba. Será por eso que desde muy pequeño se identificó con el Minotauro, ese ser mitad hombre, mitad toro, abandonado de niño en un oscuro sótano y posteriormente encerrado en un laberinto. Y también de ahí puede provenir la tristeza que siente de mayor, un hombre que siempre se sintió como un niño abandonado. Gospodinov cuenta que de crío padecía el síndrome empático-somático. Un síndrome que le hacía padecer los sufrimientos ajenos como si fueran propios, se embebía en sus cuerpos, era ellos. Esta habilidad o tara, como él la veía, es de la que se sirve para contarnos en primera persona vivencias de otros. “A menudo ocurría contra mi voluntad. Era como si en ese punto en el que el otro sentía su dolor se abriera un pasillo que me absorbiera hacia dentro. En las historias, sobre todo en las de personas queridas, siempre había un punto ciego, un vacío instantáneo, una mancha débil, una tristeza inexplicable, un anhelo por algo perdido o no acontecido, que me arrastraba hacia el interior, hacia las oscuras galerías de lo inexpresado.” Una de esas historias que abundan en la novela, muy importante en su vida, es la que vivió su abuelo, abandonado por su madre en un molino. Pongo aquí un bello extracto que les dará una idea de lo que se encontrarán si toman la feliz idea de leer la novela. “Entonces brota el miedo, siente que lo llena por dentro como cuando llenan en la fuente el pequeño cántaro, el agua crece, empuja el aire hacia fuera y rebosa. El chorro del miedo es demasiado fuerte para su cuerpo de tres años y lo colma enseguida, amenaza con dejarlo sin aire. Ni siquiera puede llorar. El llanto necesita aire, el llanto es una larga y sonora exhalación del miedo… Brotan las lágrimas, ahora es su turno, su único consuelo. al menos puede llorar, el miedo las ha liberado, el cántaro del miedo rebosa. Las lágrimas fluyen por sus mejillas, por mis mejillas, se mezclan con el polvo de la harina en la cara: el agua, la sal y la harina amasan el primer pan de la pena. El pan que no se acaba nunca. El pan de la tristeza que nos alimentará durante los años venideros. Su sabor salado en los labios. Mi abuelo traga. Yo trago también. Tenemos tres años” En torno a esos dos síndromes, el del Minotauro (convertido en “monstruo para justificar el pecado de su abandono, el pecado hacia todos los niños venideros que abandonaremos”) y el empático-somático, se irán hilando, como formando un laberinto en el que abundan los pasillos laterales, historias, vivencias, sueños, pensamientos… (“Los géneros puros no me interesan. No hay raza aria en la novela”), muchas veces sobre cosas nimias, de las que nadie escribe, las que no se recogen en la Historia con mayúscula (“Lo insignificante y lo pequeño, ahí es donde está agazapa la vida, ahí es donde anida”), que nos irán dando cuenta de una tristeza personal que también es colectiva, de una tristeza que no entiende de épocas, de una tristeza ancestral que convirtió a Bulgaria en el lugar más triste del mundo (The economist. 2010). “A veces, mientras escribe, se siente él como una babosa que se arrastra en dirección desconocida (aunque, de hecho, sí, conoce la dirección, es allí donde todo acaba) y va dejando tras de sí un rastro de palabras. Probablemente nunca lo recorrerá de vuelta, pero de camino, sin siquiera pretenderlo, tal vez su rastro cure alguna úlcera. Nunca la suya propia” Todo confluye en ese señor mayor que ahora recuerda y nos cuenta que, a pesar de la dureza de aquellos tiempos, siente una gran tristeza por la niñez perdida, por el sentimiento de inmortalidad que solo es posible en esos primeros años, y, al mismo tiempo, la tristeza por la pronta vejez que ya ha empezado a cerrar todos y cada uno de los posibles caminos laterales de su laberinto particular hasta terminar diciendo “Yo fuimos”. “Se necesita cierto valor a la hora de envejecer. Puede que no sea valor, sino humildad” Felicitaciones a la editorial Fulgencio Pimentel por la edición de esta novela, a sus traductores, Maria Vútova y Andrés Barba, y al autor por los premios recibidos por ella: Jan Michalski y Angelus Award, así como finalista del Strega, el von Rezzori y el Bruecke Berlin. Comentar Me gusta + Leer más |
Gueorgui Gospodínov (Yambol, Bulgaria, 1968) llega por primera vez a España con su segunda novela, «Física de la tristeza», una obra fascinante publicada en 2012 que agotó la primera edición en un día y ha ganado prácticamente todos los premios búlgaros y parte de los extranjeros.
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Estamos ante una de esas obras de las que no sabes si estar profundamente convencida tras su lectura o tremendamente angustiada por no saber si has comprendido apenas una milésima parte de lo que el autor pretendía. No es una revisión de la figura del Minotauro, ni una aplicación de la misma al contexto de una familia búlgara del siglo XX. Tampoco es un viaje en el tiempo sin más, puesto que lo más parecido a esto sería decir que el recuerdo es exprimir la retina hasta que nos dé la última gota del pasado. ¿Qué es entonces Física de la tristeza? Creo que no sería capaz de responder esta pregunta hasta una segunda lectura la cual, sinceramente, no me veo capaz de hacer hasta dentro de un tiempo considerable. Esto no significa que el libro no me haya gustado, sino que son tantos los matices, tanta la ironía, la contemporaneidad y la soltura con la que Gospodínov la ha escrito, que resulta complicado resumir su lectura en apenas algunas palabras ridículas que no captarían, ni por asomo, la auténtica profundidad del texto. Es un libro en el que se hacen además muchísimas reflexiones que apenas tienes tiempo de digerir porque su ritmo es imparable. No se puede decir que sean capítulos en sí, más bien escenas concretas, fotografías de un parpadeo, voces distintas que en teoría son la misma. A veces se abusa del término locura, pero creo que habría que dejarle tomar asiento en este espectáculo literario. Me resulta curioso leer que fue un auténtico boom de ventas en su primer día de publicación en Bulgaria porque no me parece un libro para todos los públicos. De ahí mi incredulidad, el sentirme como el Minotauro, ciego y encerrado en un laberinto de significaciones que parece no tener fin. Pensándolo bien es un reto maravilloso que esto ocurra, ese salir de la zona de confort de cierta narrativa a veces casi masticada y regurgitada. Nos hemos acostumbrado a la literatura en bandeja y aquí toca remangarse y predisponerse a trabajar. No puedo recomendar algo que aún siquiera yo misma he comprendido, pero sí puedo animar a que si rompéis y traspasáis la barrera de esta novela, me aviséis con cierta urgencia. Enlace: https://www.instagram.com/p/.. + Leer más |
Es un libro extraño, no es una novela con la estructura tradicional, sino que parecen ser pequeños relatos de la vida del autor que se van escribiendo conforme se va acordando de ellos, no llevan un orden cronológico. Después de haber roto este paradigma de la estructura tradicional pude disfrutar de la novela, aunque debo de confesar que había historias que me hubiera gustado que se profundizaran más. Lo recomiendo. |
El punto de partida de "Las tempestálidas", la novela que ha convertido al búlgaro Georgui Gospodínov en una de las estrellas rutilantes de la literatura europea contemporánea, es seductor.
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Las tempestálidas, de Gueorgui Gospodínov, premio Booker 2023, del que había oído hablar mucho y que me generaba atracción y rechazo a partes iguales. Lo que hizo que me decidiera a leerlo fue la lectura conjunta organizada por @lalibreriaambulante y he de decir que si no fuese por la lectura conjunta (que todavía no ha terminado) seguramente no lo habría terminado. El argumento inicial es atractivo: un visionario decide montar clínicas para enfermos de Alzheimer y demencia senil que, en su interior recrean diferentes décadas, para llevarles al pasado, a ese que aún no han olvidado. En la primera parte, la más interesante para mí, asistimos a la creación de las clínicas y se nos presentan diferentes casos de enfermos, todos ellos duros y tiernos a la vez, pero que para mí resultaron inconexos, más un conjunto de relatos que una novela. Después se adentra en la posibilidad de hacer lo mismo con ciudades, incluso con países, y hasta se celebran referéndum en cada país europeo para ver con qué década se identifica (adivinad España cuál elige... es bastante obvia). Esta parte me resultó bastante aburrida y farragosa, se me hizo bastante bola. Y por último... Bueno, el final no os lo cuento, no vaya a ser que queráis leerlo y os lo destripe. He de decir que al final mejora un poco. Me quedo con algunas reflexiones para enmarcar, con las primeras 100 páginas y las 50 del final. + Leer más |
Que curiosa es la memoria. Tan falsa con verídica. Tan vaga como precisa. Tan abstracta. Tan efímera… No hace mucho le preguntamos a un prestigioso escritor cuyo nombre no diremos (porque a Luis A. D. Mirado no le gusta que mencionen su nombre en reseñas ajenas) por su mejor recuerdo, uno que atesorara con especial cariño, y su respuesta fue: "Pues veréis, hace media hora me he comido un pollo frito que…" En cualquier momento puede formarse un recuerdo que te marque de por vida. Todos tenemos al menos un recuerdo que guardamos con especial cariño, pero… ¿Sucedió realmente tal y como lo tenemos guardado en nuestra mente o lo hemos adornado para hacerlo aun más especial? Nunca lo sabremos, porque lo único que queda es el recuerdo tal y como nosotros nos lo contamos. Quien sabe si el pollo frito de Luís nuestro escritor anónimo era un trozo de fritanga grasienta… En el fondo, viajar en el tiempo no es tan difícil. No hace falta demasiados efectos especiales. Basta con ir a casa de tus padres y entrar en tu dormitorio… bueno, en mi caso sería así si el dormitorio de mi infancia no fuera oficialmente ya el cuarto de la plancha. El caso es que al entrar en una habitación que lleva años sin tocarse, automáticamente debes de experimentar algo parecido a un viaje al pasado en bicicleta con ruedines. Y ahora, te lanzo una pregunta: ¿Si pudieras volver a tu momento favorito del pasado, a tu época favorita, cual sería el momento o año elegido? Mi madre imagino que elegiría algún momento de principios de los 80, antes de tener a la cabra loca de su hijo. Mi padre no la vivió (o eso creo), pero le encantaría viajar a la Edad de Piedra. Pensarás que eso no es posible solo entrando a una habitación. Créeme, se puede. Algún día te contaré algo sobre el pedrario de mi padre. Supongo que mi hermana viajaría a principios de los dos mil, para volver a pisotear su cojín de juegos favorito, es decir, mi abuelo. Creo que mis suegros con viajar al mes pasado cuando estaban de vacaciones en la playa les valdría. Yo lo tengo claro. Yo viajaría al año 2023, al momento en que Tamy y yo éramos jóvenes y estábamos en La Librería Ambulante haciendo el indio y hablando de libros y de ahí le daría al play y para adelante a velocidad estandar. Ese es mi momento favorito de la vida. Si todavía te estás pensado tu época favorita, yo que tú me leería Las tempestálidas, que lo mismo Gaustín te ayuda un poco a decidirte. Prepárate para subrayar cada página porque es una pequeña joya maravillosa que habla sobre muchas cosas, peros sobre todo de la memoria y de otra cosa más que no me acuerdo. Si algún día pierdo la memoria, recuérdame que este libro me encantó y que soy ese tipo que siempre amanecía con al menos un recuerdo memorable cada día. Si no te acuerdas del libo del que te estoy hablando, puedes encontrarlo fácilmente aquí: https://www.lalibreriaambulante.es/es/libro/las-tempestalidas_L160160028 Enlace: https://www.lalibreriaambula.. + Leer más |
No había leído a Gospodinov y me quito el sombrero ante su narrativa. ¿Serias capaz, en un momento dado, de vivir en un tiempo pretérito? Una novela creada de fragmentos perfectamente alineados dan vida a esta distopía sobre la memoria y los recuerdos en la que cada detalle cobra un sentido abrumador. Desde centro Europa, Gaustin y el narrador van trenzando la historia: una clínica donde una sucesión de personas que viven enjauladas en sus mentes buscan abrir esa puerta que les permita vivir con un mínimo de libertad. Solo volviendo a sus pasados, sobreviven a sus futuros. Un mundo en el que es posible volver al olvido. Los mundos paralelos y los recuerdos se entremezclan entre sueños y realidades. Todo se difumina. A través de sus ventanales vislumbramos diferentes escenarios del S. XX europeo perfectamente emulados donde enfermos y ¿por qué no? Sus familias pueden huir del callejón sin salida en la que se ha convertido el tiempo presente. El círculo se va ampliando. Hechos históricos van creando un mapa del tiempo pasado y presente de los diferentes países Europeos, marcamos sus luces y sus sombras, caminamos entre razones y motivaciones detrás de cada decisión. Mientras se vuelve a un pasado recreado, un rumor lento va ganando espacio para ocuparlo todo y haciéndonos perder el sentido del tiempo. Se han originado lugares para la memoria del tiempo. Una trama magistralmente hilada. El “Alzheimer colectivo” permite a unos pocos el control de las vidas de los que quieren olvidar disfrazado de buenas intenciones cualquier recuerdo, generando un país de “recorta y pega”. No hay vuelta atrás Generar pasado nos roba el presente. Cobra protagonismo la nostalgia, personal y colectiva, esa en la que el pasado se convierte en refugio y esa de lo que nunca tuvimos. Mientras vas entrando de lleno en esta historia dividida en cuatro partes, las preguntas y reflexiones se suceden vertiginosamente. ¿Somos capaces de cuestionar la veracidad de la vida y de la muerte? ¿Qué hay de real en sus procesos? La vida es memoria y recuerdo, vives en presente lo que fuiste en pasado mientras alineas tu futuro en un momento temporalmente inamovible, ¿o no? Pero la muerte loa un todo en una nueva identidad. “Morir”para volver a vivir. Las Tempestálidas , los «Refugios del tiempo» donde no tenemos presente las consecuencias de aferrarnos al pasado en lugar de mirar hacia el futuro. ¿Estar condenados a repetir un error y no aprender? ¿Vivir la historia para después desvivirla? ¿Dónde dejamos, lo que está por crearse, pero ya estuvo creado? ¿Envejecemos mientras revivimos nuestra adolescencia? Podría seguir planteándome miles de preguntas inmersas en este caldo de cultivo que es el tiempo. En la literatura encuentro mi pasado mi presente y mi futuro revivo una vida sin argumentos y creo mi propia historia. Si algun día me pierdo déjame oler un libro, tocarlo, sentirlo, Puedes leerme para recordar que solo los sentidos y el corazón son capaces de ser la brújula de una vida. Un libro es una puerta, a cualquier tiempo, tú eres la llave. + Leer más |
Vale, antes de empezar a hablar de lo que me ha parecido este libro 🖤, voy a poner la sinopsis: "El enigmático flâneur conocido como Gaustín inaugura en Zúrich una clínica para enfermos de alzhéimer. Sus instalaciones reproducen las distintas décadas del siglo XX al detalle, lo que permite a los pacientes regresar al escenario de sus años de plenitud. Pronto, un número creciente de ciudadanos perfectamente sanos solicita ingresar en la clínica con la esperanza de huir del callejón sin salida en que se han convertido sus vidas. Pero este «cronorrefugio» no puede contener por sí solo un sueño tan seductor y la idea se propaga por toda la Unión Europea. Es entonces cuando el pasado invade el presente como una ola devastadora." Bueno, pensé, a ver con qué me encuentro... Y ha sido una auténtica maravilla. No había leído nada de Gospodínov, ni siquiera lo conocía, y me ha dejado con la boca abierta. Qué bien hila temas tan delicados como el alzheimer, la pérdida de identidad, y el pasado... Y aquí es donde, para mí, hace unas reflexiones brutales. Porque... ¿Os imagináis que os dieran a elegir los dignatarios de vuestro país a qué década queréis retroceder?. El autor hace un recorrido por distintos países y qué décadas ha elegido cada uno de ellos... ¿Qué consecuencias puede traer esta vuelta a un pasado idealizado, tanto a nivel social como individual? Porque en sus clínicas, cada paciente es llevado a una reproducción exacta de la época dónde fue más feliz. Bonito, ¿verdad? Presente, pasado y futuro van cogidos de la mano. Igual que la memoria, los recuerdos y el cuerpo. Mucho, mucho, para reflexionar. Muy difícil hacer una reseña de este libro, que, en mi caso, empecé un tanto escéptica, y al terminar la última página he buscado toda la biblio de este escritor 😅. + Leer más |
Gueorgui Gospodínov atesora la capacidad de construir mundos en el alambre, entre un realismo forense y una voz abiertamente posmoderna.
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¿A quien baila Raquel en la fiesta en la casa de los hidalgo?