Cenizas de Grazia Deledda
La noche estaba oscura, pero cálida, aterciopelada. De vez en cuando llegaba un soplo de aire de levante, perfumado de un olor a bosque húmedo. Estrellas y planetas, infinitos como las lágrimas humanas, oscilaban en un cielo profundo. Sobre el Ortobene, Júpiter brillaba con viveza. ¿Quién no se acuerda en su primera juventud de una noche, de una hora así? |