Diario de mi vida durante la Revolución Francesa de Grace Dalrymple Elliott
Seguían abiertos los teatros, pero estaban llenos de jacobinos y de mujeres vulgares. Los diputados republicanos ocupaban además los mejores palcos, acompañados de mujeres infames, tocadas con sus no menos infames gorros rojos y vestidas como alegorías de la libertad. En definitiva, París era un asco...
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