La escapada de Gonzalo Hidalgo Bayal
Foneto no quedaba incluido en ninguno de aquellos incipientes grupúsculos: llegaba siempre solo, se sentaba aislado, se iba igualmente solo y no hablaba con nadie. Concordaban a la perfección su imagen, su conducta e incluso su indumentaria (sobria, oscura) con la de los personajes a los que le asoció primero mi imaginación y más tarde mi memoria, el Ordet de Dreyer y el Cristo de Pasolini (películas, además, como se sabe, en blanco y negro).
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