Al oeste del Guairá de Gimena Campos
Al alzar la vista, Paloma se quedó boquiabierta en un mudo elogio. Frente a ellos, una inmensa cascada caía furiosa, haciendo temblar la tierra con su estruendo. Era una gigantesca muralla de agua enmarcada por una espuma de destellos amarillos y rojizos que dejaba ciego al que la miraba.
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