Perdida de Gillian Flynn
Sabía que al menos aquello era cierto, porque su hija padecía la misma obstinada vena de ansiedad: Amy era capaz de pasarse toda una tarde preocupada por si habría dejado el horno encendido, a pesar de que aquel día no hubiéramos cocinado nada. ¿Habíamos cerrado la puerta con llave? ¿Estaba seguro? Siempre se ponía en el pero de los casos a gran escala. Nunca se limitaba a pensar que la puerta pudiera haberse quedado abierta: era que la puerta se había quedado abierta y unos hombres se habían colado en nuestro apartamento y seguían allí esperando para violarla y asesinarla.
|