1984 de George Orwell
No hablaba el cerebro de aquel hombre, sino su laringe. Lo que salía de ella consistía en palabras, pero no era un discurso en el verdadero sentido, sino un ruido inconsciente como el cuac-cuac de un pato.
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1984 de George Orwell
No hablaba el cerebro de aquel hombre, sino su laringe. Lo que salía de ella consistía en palabras, pero no era un discurso en el verdadero sentido, sino un ruido inconsciente como el cuac-cuac de un pato.
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