Silas Marner de George Eliot
Imagino que una razón por la que raras veces somos capaces de consolar a nuestros vecinos con nuestras palabras es que nuestra buena voluntad queda adulterada, pese a nosotros mismos, antes de salir de nuestra boca. Podemos regalar morcillas y manitas de cerdo sin que vayan acompañadas por el sabor de nuestro egoísmo; pero el lenguaje es una corriente que casi siempre conserva algo de las impurezas de los terrenos que recorre.
|