Citronela: Un amor con swing de Gema Samaro
(…) Tengo cinco hermanos, crecimos en un piso pequeño en el que cualquiera diría que era imposible sentirse solo. Pero a veces me sentía así en mitad del fragor familiar. Entonces, me encerraba en la habitación que compartía con dos de mis hermanos, me ponía la música que escuchaba mi abuelo y me imaginaba bailando y bailando sin parar, con una sonrisa enorme. Una sonrisa aunque no tuviera razones, aunque me sintiera sola, aunque tuviera un agujero enorme en el pecho y estuviera convencida de que nadie iba a poder a llenarlo nunca. Y funcionaba. La música lo llenaba todo, lo iluminaba todo, le daba sentido a mi mundo. Y me salvaba. Como la canción que te acabo de cantar que siempre me dio esperanzas de que habría alguien para mí en alguna parte. En fin, la música no ha hecho otra cosa más que salvarme: hasta que me dio por enamorarme de trompetistas.
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