El sueco de Gábor Schein
La doctora Bíró damos que la muerte olía, que se presentaba con cierto olor cuando nadie sospechaba aún de su proximidad. Primero se instala bajo el mentón y detrás de las orejas, luego espera durante un tiempo, a veces durante años, puesto que ha marcado ya el cuerpo, y luego se pone en marcha, desciende hasta las axilas, se esparce por el tórax y baja hacia la ingle, y cuando esta huele a muerte no hay nada que hacer, el botín le pertenece, ni merece la pena luchar con ella. Un buen médico constata con el olfato si cabe aún alguna esperanza.
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