Una Trilogía Palestina de Gasán Kanafani
La miró. Sabía que estaba a punto de echarse a llorar: el labio inferior le temblaba ligeramente y después una lágrima, una sola, se le hinchó poco a poco hasta caerle sobre la mejilla morena y arrugada. Quiso decir algo pero no pudo. También las lágrimas asomaron a sus ojos. Sentía un nudo en la garganta. Un nudo como el que le apretaba cuando entró en la tienda del hombre gordo que hacía pasar a los clandestinos desde Basora a Kuwait. Allí estaba delante de él llevando a cuestas sobre sus hombros de anciano todo el peso de la esperanza y la humillación. Era tan absoluto el silencio que hasta vibraba. |