Sanguínea de Gabriela Ponce Padilla
Podría empezar por lo anecdótico: lloré tres días, esa afición mía por el llanto. Pero tampoco puedo decir que ese llanto era solo un llanto. Pudo haber sido el sonido pulcro de la fagocitación. De un dolor que se alimentaba de mí para ser otra cosa.
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