Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Cuando una persona le da a otra, la bendecida no es la que recibe, sino la que da.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Cuando una persona le da a otra, la bendecida no es la que recibe, sino la que da.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
El dolor no es de fiar: cuando no une a las personas, las separa.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
La gente siempre decía que Ove era "agrio". Pero qué puñetas, Ove no era agrio, era solo que no iba por ahí sonriendo a todas horas. ¿Y por eso había que tratarlo como a un delincuente? Ove pensaba que no, desde luego. Pero algo se rompe en el fuero interno de un hombre que entierra a la única persona que lo ha comprendido en la vida. No hay tiempo que cure una herida así.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Cuando uno pierde a un ser querido, echa de menos las cosas más extrañas. Las pequeñas cosas. Las sonrisas. La manera que tiene de darse la vuelta en la cama mientras duerme. Y pintar la habitación a su gusto.
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El peor vecino del mundo de Fredrik Backman
-¡PAYASOOOO! -chilla la pequeña dando tales saltitos en el banco que Ove termina por convencerse de que la niña se droga. Ha oído hablar del tema. Los niños dan muestras de algún síndrome cuyo nombre es una combinación de letras y les recetan anfetaminas. |
Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Y el tiempo es una cosa extraordinaria. La mayoría de nosotros vivimos para el que tenemos por delante. Dentro de unos días, de unas semanas, de unos años. Uno de los momentos más dolorosos en la vida de todo ser humano es seguramente aquel en que toma conciencia de que ha alcanzado una edad en que tiene más tiempo detrás que por delante. Y cuando ya no tenemos todo el tiempo por delante, hemos de encontrar otras cosas por las que vivir. Recuerdos, quizá. Tardes al sol de la mano de alguien. El aroma de los brotes nuevos en los setos. Los domingos en la cafetería. Los nietos, quizá. Uno encuentra el modo de vivir el futuro de otros.
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El peor vecino del mundo de Fredrik Backman
La gente ya no sabía hacer esas cosas, preparar un buen café. Igual que ya nadie sabía escribir a mano, porque ahora todo eran ordenadores y aparatos para hacer café expreso. ¿Y qué será de una sociedad cuyos miembros ni siquiera saben ya escribir ni hacer café, eh?, se preguntaba Ove.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
La muerte es una cosa extraordinaria. La gente vive la vida como si no existiera, siendo así que, la mayor parte del tiempo, es la principal razón para vivir. Algunos de nosotros alcanzamos llegado el momento tal conciencia de su existencia que empezamos a vivir con más intensidad, más tozudez, más rabia. Otros necesitamos su presencia constante para comprender siquiera cuál es su opuesto. Otros estamos tan ocupados pensando en ella que nos instalamos en la sala de espera mucho antes de que haya anunciado su llegada. Le tenemos miedo y, aun así, la mayoría de nosotros tememos mucho más que le llegue a otro. Porque el miedo más fiero en relación con la muerte es que nos pase de largo. Y que nos deje aquí solos.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Es difícil reconocer que uno se ha equivocado. Sobre todo, cuando lleva equivocado mucho tiempo.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Pero ningún otro muchacho había recorrido en tren un trayecto de varias horas en el sentido contrario al suyo, a diario y durante varios meses, solo porque le gustaba ir con ella y oírla hablar.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
«Todos los caminos te conducen a aquello para lo que estás predestinado».
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
—¿Qué clase de amor es el que te abandona cuando las cosas se ponen difíciles? ¿El que te deja atrás cuando se exige más esfuerzo? Dime, ¿qué clase de amor es ese?
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
A muchas personas les cuesta vivir con alguien que aprecia la soledad. Es algo que hiere a aquellos que no son capaces de soportarla.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Era la primera vez que oía reír a Sonja desde el accidente. Como si la risa emanara de ella sin el menor obstáculo. Como si su propia risa la venciera. Reía y reía sin parar hasta que los sonidos vocálicos empezaron a rodar por las paredes y por el suelo como si pensaran ignorar las leyes de espacio y tiempo. Y Ove se sintió como si el pecho fuera reponiéndose poco a poco de las ruinas de una casa destruida tras un terremoto, dejando espacio para que el corazón volviera a latir.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Porque llega un momento en la vida de todo hombre en que tiene que decidir qué clase de hombre quiere ser. Si de los que se dejan pisotear por otros o de los que no. Y quien no lo sepa, es que no conoce a hombres de verdad.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
A él no le parecía que se pudiera ir por la vida como si todo fuera intercambiable. Como si la lealtad no tuviera ningún valor. Hoy en día la gente lo sustituía todo tan rápido que el conocimiento de cómo construir cosas duraderas resultaba superfluo. La calidad era algo de lo que ya nadie se preocupaba.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Todo hombre debe saber por qué lucha. Eso decían. Y ella luchaba por lo que era bueno. Por los niños que nunca tuvo. Así que Ove luchaba por ella. Porque eso era lo único que de verdad sabía hacer en este mundo. |
Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
—A partir de ahora tendrás que quererme el doble —le dijo. Y Ove le mintió y le dijo que así lo haría, aunque sabía que era imposible quererla más de lo que ya la quería. |
Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
De haber sido el tipo de hombre que se dedica a meditar sobre cómo y cuándo había llegado a ser quien era, tal vez habría sacado la conclusión de que aquel día fue cuando aprendió que lo que es, es. Pero él no era muy dado a cavilaciones. Se contentaba con recordar que aquel día decidió ser distinto de su padre en tan pocos aspectos como fuera posible.
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Un hombre llamado Ove de Fredrik Backman
Y Ove no sabía exactamente cuándo se volvió así de taciturno. Puede que hubiera empezado a hablar más para sus adentros, en la cabeza. Puede que se estuviera volviendo loco. A veces se lo planteaba en serio. Era como si no quisiera permitir que otros le hablaran por miedo a que su parloteo ahogase el recuerdo de la voz de Sonja.
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La edad de la inocencia