Insular de Franco Chiaravalloti
Era un mapa inmenso, ocupaba media pared y, sin embargo, mi ciudad no aparecía allí. Entonces me sentí desorientada, aunque en realidad debería decir desoccidentada. Como el musgo sobre las rocas, comenzó a crecer en mí una extraña clase de soledad, quizás parecida a la que sientan los astronautas cuando flotan sobre la Tierra, supongo que viven una especie de éxtasis por ser testigos de una imagen que casi nadie podrá presenciar jamás, a la vez que experimentan la total falta de contacto físico con el planeta -no tocan su suelo, no respiran su aire-: el desarraigo superlativo.
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