Ha costado encarar esta lectura, lo reconozco. No ha sido fácil comenzarla, al igual que no ha sido fácil acomodarme a su texto, quizá demasiado poético, para lo que me esperaba, y demasiado filosófico para permitirme leer relajada. Y lo más curioso de todo es que, precisamente por todo lo anterior, con el añadido de la verdad que encierran las palabras que contiene, me ha gustado mucho más de lo que parecía mientras la estaba leyendo. He pasado de «no me engancha nada» a «necesito saber qué pasará y qué ha pasado», terminando con un «tengo que pensar». El día que fuimos dioses es una historia de varias historias entrelazadas por instantes, por decisiones e, incluso, por sitios, pero todo con el sentido completo que se consigue armando una estructura mucho más sólida de lo que parece. Os digo esto porque es muy fácil perderse entre tanta reflexión, tanta mirada y tanta implicación por parte de los personajes y, sobre todo, por parte del narrador. Al final, sabes quién es Indira, quién Fernando, quién Eva, quién Nando y quiénes son el resto de los personajes que aparecen, desde el que tiene un papel pequeño hasta el que es esencial, el que determina todo, el que desencadena consecuencias en los demás. Es verdad que me ha parecido un texto que a veces pecaba de ser demasiado lírico, demasiado delicado o demasiado poético, lleno de metáforas y significado (creedme, la lluvia y el viento tienen mucho que decir). Por otro lado, ese estilo narrativo acompaña, de forma adecuada, a una historia con bastante trasfondo filosófico y endulza la dureza de la trama en torno a la que giran alguno de los personajes. De alguna manera, muestra la realidad como es, habiendo más verdad en lo que nos dice de lo que nos gustaría reconocer. Quizá, cuando leemos, buscamos algo que nos evada, y en esta historia eso no lo vas a encontrar, porque, a través de esas palabras cargadas de significado, a veces en exceso, te muestra la triste realidad de la soledad humana, de los recuerdos, del miedo, de los errores y también del paso del tiempo. Llega a tener tanto peso lo que lees que casi es demasiado filosófico, dejando que la historia en sí, que es bastante directa realmente, aunque no lo parezca, se pierda un poco. Es fácil desorientarse con tanta reflexión. Eso sí, creo que el autor debió realizar un ejercicio de explosión brutal de cada uno de los personajes; son demasiado intensos, demasiado extremos o demasiados en bruto. La historia tiene ese aire romántico drástico y definitivo, casi al estilo más purista del romanticismo clásico, por el camino que llevan los personajes, por el final de sus historias, por la pena alojada en tanta soledad y miedo. Ay, las debilidades humanas y las miserias, cómo arrastran nuestro proceder. Al final, la soledad de la vida y la crueldad de la realidad marcan esta historia y a sus protagonistas. Cada uno busca su sitio en esta vorágine llena de intriga por saber qué es lo que une al grupo o qué ocurrió en el pasado y que marcó todo. Uno de los mejores momentos llegó cuando fui consciente de toda la literatura que había en la historia y de cómo servía de inspiración y de conducción para crear conexiones y también para entender el texto y los sentimientos. (Me ha creado unas ganas enormes de leer a Machado). Y, mientras leía, e iba enlazando una historia con otra, nadie me quitaba esa sensación catastrófica que envolvía todo, que me llevaba a un final inesperado, dejándome el sabor amargo de la vida, llena de soledad, tristeza y consecuencias. Lo dicho, un libro complicado, denso, difícil, interesante y del que obtienes mucho, muchísimo. Por cierto, si leéis los agradecimientos tendréis un «regalo», que yo he agradecido sinceramente. No dejéis de verlo; eso sí, cuando terminéis de leerlo. **Me acabo de dar cuenta de que os he hablado más bien nada de lo que pasa en esta historia. Bueno, ha sido mejor así. Espero haber levantado vuestra curiosidad por lo menos. Enlace: https://millibrosenmibibliot.. + Leer más |