El gran Gatsby de Francis Scott Fitzgerald
[...] llegó a ser el vértice de sus sueños, y no precisamente por su culpa, sino por la colosal vitalidad de su ilusión. Había ido más allá de ella, más allá de todo. Se había entregado, con creadora pasión, acrecentándolo todo, adornándolo con toda brillante plumita que en su camino hallara. No existe fuego ni lozanía capaz de desafiar a lo que un hombre es capaz de almacenar en su fantasmal corazón.
|