Cancionero de Francesco Petrarca
El fuego que creía yo apagado por el frío y la edad ya menos nueva las llamas y el martirio me renueva. Que no se apagó nunca, es lo que veo, el rescoldo, y que fue sólo cubierto, y este segundo error más grave creo. Con los miles de lágrimas que vierto, sea el dolor por los ojos descubierto del corazón, que brasa y yesca lleva: no cual fue, que la llama aún más se eleva. ¿Qué otro fuego no habrían extinguido las ondas que mis ojos van vertiendo? Amor, aunque muy tarde lo he sabido, quiere entre dos contrarios verme ardiendo; y al corazón mil lazos va tendiendo, y, si espero que a ser libre se atreva, me ata la bella faz, como él se mueva. |