El jugador de Fiódor Dostoyevski
¡Tontería, tontería! Quien teme al lobo no se mete en el bosque. ¿Qué? ¿Has perdido? Pon otro.
|
El jugador de Fiódor Dostoyevski
¡Tontería, tontería! Quien teme al lobo no se mete en el bosque. ¿Qué? ¿Has perdido? Pon otro.
|
Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski
Todo está en los detalles... Esos pequeños detalles que lo echan siempre todo a perder.
|
Los hermanos Karamázov de Fiódor Dostoyevski
"El mundo le dice al pobre: ¿tienes necesidades?...¡satisfácelas! ¡tus derechos son iguales a los de los ricos!...Pero el satisfacer las propias necesidades es lo mismo que multiplicarlas, puesto que de un deseo satisfecho nace otro nuevo deseo. He ahí la libertad tal cual la entiende el siglo"..
|
Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski
La mentira es el único privilegio del hombre sobre todos los demás animales.
|
Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski
En la pobreza uno conserva la nobleza de sus sentimientos innatos; en la indigencia nadie puede conservar nada noble.
|
Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski
Siempre que salía de la universidad, generalmente había de sucederle, puede que le ocurriera cien veces, quedarse parado precisamente en aquel mismo sitio, contemplando con toda atención aquel panorama, verdaderamente espléndido
|
El jugador de Fiódor Dostoyevski
El hombre es déspota por naturaleza. Le gusta hacer sufrir. A usted le gusta eso enormemente.
|
El jugador de Fiódor Dostoyevski
Desde hacía tiempo estaba persuadido de que no saldría de Ruletenburg sin una aventura, sin que algo radical y definitivo se mezclase fatalmente a mi destino. Así debe ser y así será.
|
Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski
A pesar de la aversión que su hermana sentía hacia mi persona, a pesar de mi actitud sombría y repulsiva, acabó por compadecerse del hombre perdido que veía en mí. Y cuando la piedad se apodera del corazón de una joven, esto es sumamente peligroso para ella. La asalta el deseo de salvar, de hacer entrar en razón, de regenerar, de conducir por el buen camino a un hombre, de ofrecerle, en fin, una vida nueva.
|
Pobre gente de Fiódor Dostoyevski
¡Ay, amigo mío! La desgracia es una enfermedad contagiosa. Los desgraciados, los pobres, tenemos que estar apartados los unos de los otros, para no agravar la infección.
|
Memorias del subsuelo de Fiódor Dostoyevski
Es posible que proceda a vengarse, pero muy de vez en cuando, en pequeñas dosis, a hurtadillas, de incógnito, sin tener confianza ni en su derecho a vengarse ni en el éxito de su venganza, y sabiendo de antemano que con todas sus tentativas de vengarse sufrirá cien veces más que la persona de la que desea vengarse, y que esta, muy posiblemente, no va a enterarse.
|
Memorias del subsuelo de Fiódor Dostoyevski
Pero, ¿de qué puede hablar un hombre decente con el mayor deleite? Respuesta: de sí mismo. Así pues, voy a hablar de mí. |
Noches blancas de Fiódor Dostoyevski
¡Demos gracias a que algunas personas viven con nosotros! Yo doy gracias a usted por haberla encontrado y porque la recordaré el resto de mi vida.
|
Noches blancas de Fiódor Dostoyevski
Se me han abierto mil esclusas en la cabeza y tengo que derramarme en un rio de palabras, porque si no lo hago me ahogo.
|
Memorias del subsuelo de Fiódor Dostoyevski
En casa, principalmente me dedicaba a la lectura. Deseaba silenciar con las sensaciones externas todo cuanto hervía incesantemente en mi interior. Y entre éstas, la única posibilidad que me quedaba era la lectura. La lectura, claro está, me ayudaba mucho; me conmovía, me satisfacía y me atormentaba. Pero a veces, me aburría terriblemente. Pues a pesar de todo, me apetecía hacer cosas y no estarme quieto; entonces era cuando me sumergía en la perversión más oscura, subterránea y mezquina; mejor dicho, no se trataba exactamente de una perversión, sino de la ruindad más baja. Mis mezquinas pasiones eran agudas y ardientes a causa de mi eterna y enfermiza irritabilidad. Tenía arrebatos histéricos, con lágrimas y convulsiones incluidas. Nada me quedaba excepto la lectura; es decir, nada de cuanto me rodeaba, o hacia lo cual yo pudiera sentirme atraído, me infundía respeto. Por si fuera poco, me sobrevenía la melancolía; me arrebataba la sed de histéricas contradicciones y contrastes; llegando a este punto me entregaba al libertinaje. Pero no vayan ustedes a creer que digo todo esto para justificarme… ¡Bueno, no! ¡Sí, he mentido! Precisamente lo que pretendía era justificarme. Y esta observación, señores, es de uso personal. No deseo mentir. He dado mi palabra. En solitario, a escondidas, y por las noches, me entregaba a la depravación con temor, suciamente, y con una vergüenza que no me abandonaba ni en los minutos más repugnantes, en los que incluso llegaba a maldecirme a mí mismo. Por aquel entonces ya llevaba el subsuelo en el alma. Me aterrorizaba la idea de que algún conocido pudiera verme; que pudiera encontrarme con alguien y ser reconocido. En aquella época solía frecuentar lugares bastante lúgubres. En una ocasión, cuando por la noche pasaba junto a una pequeña taberna, vi a través de una ventana iluminada, cómo junto a la mesa de billar se peleaban unos señores, y cómo después, lanzaban a uno de ellos por la ventana. De ser otros tiempos, me habría sentido muy mal; pero en aquel momento me sorprendió que incluso llegara a envidiar al caballero que lanzaron por la ventana; hasta tal punto le envidié, que entré en la taberna, y me dirigí a la sala de billar: «A ver si me peleo, pensé, y después, también me lanzan por la ventana». + Leer más |
Los hermanos Karamázov de Fiódor Dostoyevski
Pienso que si el diablo no existe y que, por consiguiente, lo creó el hombre, lo hizo a su imagen y semejanza.
|
Los hermanos Karamázov de Fiódor Dostoyevski
En la mayoría de los casos la gente, incluso los malvados, son mucho más ingenuos y simples de lo que nos figuramos.
|
Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski
El verdadero dominador, al que todo le está permitido, bombardea Tolón, asuela París, olvida a su ejército en Egupto, derrocha medio millón de soldados en la retirada de Moscú y sale del paso con un retruécano en Vilna; y todavía, después de muerto, le levantan estatuas... Según parece, todo le estaba permitido. ¡No; esos seres, por lo visto, no son de carne y hueso, sino de bronce!
|
Crimen y castigo de Fiódor Dostoyevski
A algunos de sus condiscípulos parecía, en verdad, que los miraba cual si fuesen niños, por encima del hombro, como si a todos los sobrepasase, tanto por el talento como por el saber y las ideas, y considerase sus convicciones e intereses como algo inferior.
|
Memorias del subsuelo de Fiódor Dostoyevski
Yo hago profesión del pensamiento. Para mí toda causa originaria lleva consigo otra causa más originaria y así hasta el infinito.
|
La edad de la inocencia