La cocinera de Castamar de Fernando J. Múñez
Su voz se interrumpió, los vapores que habían surgido de la sopera eran una deliciosa fragancia susurrada. Aspiró el aroma y percibió una multitud de olores que se armonizaban entre sí formando un todo perfectamente ligado. Reconoció el clavo y el perejil fresco, adornado con pequeñas porciones de pan de trigo recién horneado, cortado en tiras suaves y delicadas, y tostado en manteca de cerdo. Se inclino sobre el plato y pudo observar que sus dos amigos lo imitaban, empapándose del calor del consumo. Incluso el señor Esquiza, el señor Moguer y los gentilhombrees y ayudantes parecían contener las ganas de abalanzarse sobre las viandas.
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