Páradais de Fernanda Melchor
(...) y cerraba los ojos y se cubría el rostro con un brazo y pensaba en el río negro bajo el puente, el caudal imparable, fétido y cautivante, y la brisa fresca que llevaba consigo el humilde y sutil perfume de las islas flotantes de lirios, y de pronto el escarceo de la peda, el piso oscilando por culpa de los tragos, se convertía en el suave vaivén del río cantando bajo su cuerpo (...).
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