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El misterio del carruaje de Fergus Hume
Kilsip era alto y delgado; Gorby era bajo y regordete. Kilsip tenía aspecto de persona astuta; Gorby tenía siempre en los labios una sonrisa de autosatisfacción que por sí sola podría ser suficiente para impedirle realizar bien su trabajo. No obstante, era precisamente esa misma sonrisa simplona la que le resultaba más útil a Gorby en sus pesquisas. Le permitía conseguir información donde su astuto colega lo intentaba en vano. Por lo general, los corazones se dejaban cautivar por la dulce sonrisa y las cándidas maneras de un hombre como Gorby, y se retiraban con premura y se cerraban herméticamente, como caracoles alarmados dentro de sus conchas, ante la apariencia de Kilsip. Gorby desmentía con su fisonomía a cuantos dicen que la cara es el espejo del alma.
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