Felix Grande
UNA GOTERA Escucho la guitarra de Paco de Lucía. La música me araña los huesos de la edad. Lejanamente todo mi pasado se enfría. Una gotera insiste entre la soledad. La madrugada apoya su frente en la ventana y me confía unas sílabas de pena y compasión: se lo agradezco desde la yel de esta desgana. Hay una losa de algo sobre mi corazón. Una gotera. Una gotera hay en mi casa en esta rara noche de música y de adiós. Y en esta seguiriya que me hiela y me abrasa veo el rostro de la nada como un golpe de tos. ¡Qué es esto? ¿No está al lado mi bella hija dormida? ¿No está ahí cerca dormida la paz de mi mujer? El invierno tirita y me lame la vida. Mi juventud se ha ido para nunca volver. ¿Te acuerdas, Paco? Un día fuimos adolescentes entre hermosas guitarras y muchachas de miel. Y hoy la noche de invierno me acaricia los dientes y el viento de los años dormita en el mantel. Todos mis sueños muertos se acuestan a mi lado y esta gotera sigue rezando sin cesar. Hasta el renunciamiento me dejó abandonado. Se han ido lejos hasta mis ganas de llorar. Cuando ya ni la lágrima acude hasta la herida y la vida es convulsa como un golpe de tos ¿qué le queda a esta llaga trivial y entumecida? ¿qué le queda a esca música? ¿qué nos queda a los dos? Suena en la seguiriya la lujuriosa pena de un tiempo que se apoya cansado en la pared. Y suena en mi memoria y en mi cansancio suena la horrenda saciedad que me dejó la sed. Perdona, Paco. Excusa esta porción de invierno con que te está escuchando mi viejo corazón. Y que Dios te bendiga por ese ruido eterno que suena como suena la palabra perdón. Fumo mi cigarrillo sentado en una silla, cercado por la silla, la tiniebla y la edad. Oigo el perdón, muy próximo, en esta seguiriya. Y oigo, lejos, la espalda de la felicidad. |