24/08/2020
«Wërra» es la antigua palabra alemana de la que deriva «guerra» en español y con la que el escritor argentino, Federico Jeanmaire, da título a un singular libro que reconstruye un episodio de la Segunda Guerra Mundial: el ataque al puerto francés de Saint-Nazaire ocupado por los alemanes. El hilo conductor de una reflexión sobre el heroísmo, el olvido, el miedo y la barbarie en la que se hacen presentes los niños que vivieron la batalla, los judíos a los que la Gestapo se llevó días después, un anciano uniformado que acude a una conmemoración años más tarde, el abuelo que fabricaba soldaditos, la serie de televisión estadounidense Combate como recuerdo de su padre... Recuerdos y datos históricos con el que Jeanmaire construye un ensayo íntimo y literario sobre la guerra. ¿Cuál fue tu primer contacto con la escritura?
Aprendí a leer a los cuatro años. Aprendí a leer para escribir. Y así, una tarde, pasarle a mi padre un papel con algunas palabras por debajo del libro que estaba leyendo. Para conquistarlo. O al menos intentarlo.
Esta novela se aleja de lo que vienes publicando en cuanto a temas, estructura, extensión ¿Qué significa Wërra en este momento de tu escritura?
Wërra implica un cambio profundo en lo que estaba escribiendo. No es el primero ni será el último, espero. Soy un escritor de libros no de una obra y me ocurre que me canso de lo que hago y pruebo algo diferente para no repetirme. No se aleja en lo temático: la violencia y la soledad son asuntos que están presentes en casi todas mis novelas; la estructura es una cuestión que siempre depende del material, una suerte de impronta que me obliga a hacer de una determinada manera aquello que quiero hacer y eso casi siempre implica un cambio respecto de lo que he hecho antes. En cuanto a la extensión, sí, reconozco que es un milagro: nunca había escrito algo tan extenso, suelo ser muy económico. Wërra, entonces, es lo que quería escribir en este momento.
El libro reconstruye minuciosamente la operación Chariot en el puerto francés de Saint- Nazaire, durante la Segunda Guerra Mundial ¿es esta historia un pretexto para reflexionar sobre la guerra?
Es complicada la palabra pretexto. Prefiero pensar que una batalla es todas las guerras, que un muerto es la muerte y que la muerte de cualquier muchacho, a los veinte años, es un horror acerca del cual vale la pena escribir.
La imagen de aquel anciano uniformado y lleno de condecoraciones que se pasea a lo largo del libro ¿es el germen de la novela?, ¿cómo surge su escritura?
Sí, definitivamente ese anciano es el que me obliga a escribir este libro. Me plantea la necesidad de hacerlo. Verlo erguirse y mantenerse erguido durante todo el rato que duró la ceremonia fue una imagen muy potente. Volví al piso en donde vivía convencido de que quería contar, de la manera que fuese, la relación de los hombres con las guerras.
Wërra se hace a partir de preguntas y es producto, sobre todo, de la incomprensión que genera la guerra: su concepto y su presencia en la vida de los hombres ¿escribes empujado por signos de interrogación?
Sí, absolutamente. Creo que la literatura es el lugar de las preguntas y que las respuestas, si las encontramos, solo las encontramos en la lectura, nunca cuando escribimos.
Es evidente que detrás de la novela hay un trabajo de investigación bastante prolijo. Cuéntanos un poco al respecto.
Tuve que investigar mucho para poder escribir Wërra. Y eso también fue algo diferente respecto de mis anteriores libros. Un riesgo que me encantó tomar. Olvidarme por un tiempo de la imaginación y sentarme pacientemente a leer todo aquello que encontraba sobre la batalla. Y preguntarme al respecto. Preguntarle a la guerra.
Indolencia, indiferencia y héroes que nadie recuerda: aparecen los caídos en batalla titulando cada capítulo ¿para no ser olvidados?, ¿para combatir el silencio en la historia?
Por muchas razones aparecen los 187 muertos titulando cada uno de los capítulos. La inmensa mayoría eran muchachos de veinte años que perdieron la vida esa noche en Saint Nazaire. Muchachos que podrían haber vivido cantidad de cosas y terminaron sus días ahí. ¿Qué lugar les damos? ¿Quiénes eran? ¿Qué sentían? Tantas preguntas y tanto olvido. Por eso Wërra, también.
El narrador se vincula con la guerra de varias maneras, ese terror familiar a los uniformados, el abuelo que fabrica soldaditos, las tardes de ver Combate junto a su padre ¿también escribe para combatir el olvido de su historia personal?
Wërra es un libro muy personal. Supongo que también hay allí algo de lo que no quiero olvidar de mi propia historia. O, mejor, hay algo de mi historia personal que se entreteje con las historias personales de cada uno de los muertos de aquella noche. Lo humano, la humanidad.
A pesar de explicarnos y someternos a varias reflexiones sobre la guerra ¿termina sin entenderla?
Debo reconocer que sí, que sigo sin entenderla. Aunque no entenderla, también y sobre todo signifique su negación. Me gusta no entender la guerra después de haber escrito 400 páginas sobre ella. Me parece que ese «no entendimiento» es completamente diferente al no entendimiento previo.
¿Qué hay después de Wërra?, ¿en qué proyecto literario estás trabajando ahora?
Me suele ocurrir que un libro me sugiere el próximo. Por lo general se me dan de a tres y luego necesito cambiar para no sentir que me repito. A Wërra le siguió Lo que resta de la vida, un libro que se publicó en 18 entregas en un diario digital de Argentina durante abril de este año. Un texto en el que trabajé el concepto de la muerte a parir de algunos cementerios. Ahora estoy intentando narrar el amor, no sé si podré, creo que es todavía más difícil escribir sobre el amor que escribir sobre la muerte o sobre la guerra. Si consigo escribirlo, su título será Una historia íntima del amor masculino.
(Fotografía de Maximiliano Luna)Federico Jeanmaire y sus lecturas
¿Qué libro te incentivó a escribir?
Muchos, en diferentes épocas. Los de Julio Verne cuando era chico, Boris Vian durante la adolescencia y, ya más grande, Camus o Nabokov.
¿Cuál fue tu primer gran descubrimiento literario?
Una edición infantil de Las mil y una noches que me regaló mi tía a los 7 u 8 años.
¿Qué libro relees con frecuencia?
El Quijote.
¿Qué libro te da vergüenza no haber leído?
Muchísimos. Sobre todo nunca haber terminado En busca del tiempo perdido.
¿Quién es el diamante literario que harías descubrir a nuestros lectores?
Podría ser Shunga, una novela de Martín Sancia Kawamichi.
¿Algún clásico de la literatura que consideres sobrevalorado?
No sé. La idea de clásico no creo que se lleve bien con la sobrevaloración. Un clásico está presente o no lo es.
¿Qué estás leyendo actualmente?
El Quijote. Por enésima vez. Pero específicamente estoy releyendo todo lo que tiene que ver con Dulcinea. Me parece que tiene mucho que ver con lo que quiero escribir acerca del amor masculino.
Descubre
Wërra, la última novela de
Federico Jeanmaire, pubicado por
Anagrama:
Entrevista realizada por Lucía Moscoso Rivera.
Un diálogo entre Josefina Delgado, Vicente Battista y Federico Jeanmaire.