Nosotros de
Evgueni I. Zamiátin
Pues la muerte es la disolución total del yo en el cosmos. De ello se deduce: si el amor es designado con la letra L, la muerte con T, entonces L = f (T), lo cual significa que el amor es una función de la muerte…
Así es, sí, y no de otro modo. Por esta razón temo a I, por esto lucho con ella y no me quiero someter.
Mas ¿por qué entonces están unidos en mi interior ese «no quiero» y el «quiero»? Lo malo es que ansío esta terrible muerte de ayer. Lo terrible resulta que, incluso ahora, después de haber integrado la función de la lógica, cuando ya sé que ésta me lleva la muerte en los labios, no sólo en los labios sino también en las manos y en todo su cuerpo la estoy deseando con todas las fibras de mi existencia y con cada milímetro de mi ser.