La locura de quererte de Eva Gil Soriano
(…) María Rosa, tenía que admitirlo, era una mujer de muchos recursos, no conocía la timidez y no vacilaba cuando tomaba una decisión, se la veía segura de sí misma. Le gustaba eso de ella, si no fuera porque lo sacaba de quicio y quería matarla cada diez minutos, no tendría ninguna objeción para tenerla a su lado, trabajando por supuesto.
|