Si el amor es una isla de Esther Sanz
—Luisa... Cierra los ojos, por favor. Me estremecí al escuchar mi nombre seguido de aquella súplica pronunciada con voz dulce. Vacilé antes de obedecer. El fuerte latido de mis pulsaciones marcó cada segundo de espera antes de que notara su cálida respiración en el cuello. —Llevas tres gotas de Endymion, de Penhaligons. Una fusión fresca de cítricos y lavanda que cuando se calienta, como ahora, eleva notas picantes de pimienta negra y almizcle. Un leve suspiro reveló hasta qué punto mi perfume había embriagado sus sentidos. |