La magia de las pequeñas cosas de Estelle Laure
Veo sus brillantes ojos azules, pero apagados como eran justo antes de marcharse. Las barricadas que he levantado contra ellos están entonces en su momento más débil, así que me tomo un segundo. Respiro. Miro esos ojos y luego los achico. Una vez porque nos ha dejado, dos veces porque no ha vuelto, tres veces achico sus ojos hasta que se vuelven tan pequeños que son insignificantes puntitos azules, y entonces soplo y los hago desaparecer.
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