Esteban Navarro

No le quedaba nada ni siquiera dignidad.

La guerra hace enemigos. Y los enemigos hechos durante las guerras se cobran la venganza en tiempos de paz.

Cuando está seguro de que ella ha salido del piso, baja corriendo al trastero sin perder un minuto. Nada más abrir la puerta dirige su mano a la zona de la estantería donde sabe que está el libro. Lo agarra con cuidado para que no vuelva a caerse y se fija, esta vez sí, en el título: «Joueur d’échecs».

—El Joueur d’échecs de los cojones —protesta.

Consulta en el teléfono móvil el significado. El traductor le devuelve el resultado como ‘Ajedrecista’.

—Me ha llamado. ¿Que quería?
—Nada. Solo necesitaba hablar y decirle a alguien joven como tú que todo esto es una enorme mierda.

Barrio de silencios. Nadie ve, nadie escucha, nadie habla. Y si lo hacen , es para mentir.

La gente poderosa se cubre entre ellos y se tapan cualquier fechoría. Una denuncia contra él no hubiera llegado muy lejos.

Los que mandan son los que deciden que está bien o que está mal. Nosotros nos limitamos a seguirles el juego y acatar las órdenes. Ellos apuntan al objetivo y nosotros disparamos.

Entonces comprendí que el cine, ciertamente, era un reflejo de la vida real.

Para algunos hombres las mujeres son juguetes y las utilizan a su antojo, incluso para ganar dinero con ellas.

Antes la gente no tenía Internet en sus casas porque era muy caro y se conectaban en los cibercafés, pero ahora están prácticamente vacíos.

Es posible que el apagón no sea una maldición, sino que sea una bendición. Que el apagón suponga la salvación de un mundo devorado por la tecnología. Un toque de atención que nos haga ver que de no modificar nuestro comportamiento en el mundo, todo tal y como lo conocemos llega a su fin.

La necesidad es la que nos hace movernos, si no hay necesidad, no hay movimiento.

Desde que nos conocimos nunca me había dejado traspasar ese último tramo que había desde la esquina donde me daba un beso hasta la puerta de su casa. Yo nunca le dije nada, ni insistí. Alguna poderosa razón tendría para no querer mostrarme el lugar donde vivía, pero nuestro trayecto siempre acababa allí, en el mismo lugar. Ella se introducía en la oscuridad mientras el brillo de sus piernas se iba difuminando hasta que desaparecía.

Beber forma parte del oficio, como si fuese un decálogo del buen ejecutor público. Beber enturbia la mente, agiliza los gestos, reafirmar la tarea encomendada y, lo más importante, apresura el olvido. Olvidar después de una ejecución es tan importante y necesario como ahuyentar del recuerdo una mala pesadilla.