Abaddón el exterminador de Ernesto Sábato
Todo era igual y todo era diferente. Porque aquel modesto ferrocarril seguía manteniendo los mismos coches y vías, las mismas construcciones, el color de siempre. Más gastado y más viejo. Pero no tan gastado ni tan viejo como los hombres que habían vivido y sufrido el mismo transcurso. Porque, pensaba, los seres humanos se gastan más que las cosas y desaparecen más pronto.
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