Ready player one de Ernest Cline
De píe, iluminado por la luz mortecina de los fluorescentes de mi minúsculo estudio, no había modo de escapar a la verdad: no era más que un ermitaño antisocial en la vida real. Un recluso. Un friki pálido y obsesionado con la cultura popular. Un agorafóbico encerrado sin amigos, familia ni contacto humano. No era más que otra alma triste, perdida y solitaria que desperdiciaba su vida en un videojuego mitificado
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