Sin novedad en el frente de Erich Maria Remarque
No responde. Las lágrimas le resbalan por la cara. Querría sacárselas, pero mi pañuelo está muy sucio. Pasa una hora. Sigo sentado, preparado, espiando cada uno de sus gestos por si desea algo. Si por lo menos abriese la boca y gritase… Pero sólo llora con la cabeza inclinada hacia un lado. No habla de su madre ni de sus hermanos; no dice nada. Debe encontrarse ya lejos de todo esto. Ahora está solo con su pequeña vida de diecinueve años y llora porque le abandona. Pág. 28. |