Montevideo de Enrique Vila Matas
Dejamos atrás aquel camarote de los Marx de la recepción y salimos a caminar, a respirar aire fresco. Y lo primero que hicimos fue dirigirnos a Camacuá frente a la Brecha, donde viviera el muy misterioso conde de Lautréamont, que cambió Montevideo por Francia a los catorce años, y al que saludé mentalmente, como si fuera mi mejor amigo. De hecho, leí a los quince años sus "Cantos de Maldoror".
|