Exploradores del abismo de
Enrique Vila Matas
-No pienso abrirles ni loco- Les dije.
-¿Por qué?- preguntaron, cada vez más muertos de miedo.
Decidí hablarles con el estilo de un predicador.
-Porque el mundo es grande y en él hay solo una puerta cerrada y todas las demás están abiertas, con toda la gente fuera. Y porque hay una idea general, por parte de todos, de lo que se podría ver si la única puerta cerrada se abriera. Pero lo que todos creen que se podría ver, nunca es realmente lo que se ve si se abre la puerta.
Silencio.
-No les abriré- repetí.
Por la mirilla, sigilosamente, comprobé que les había hecho un favor. Se oyeron de repente, al ver que no les abría, sus suspiros de profundo alivio. Casi parecía que lloraran de alegría y de tranquilidad recuperada. Se quedaron un rato allí, sin la menor intención de dar un paso más, y menos aún de pedir que les dejara entrar. Era como si supieran que su salvación estaba en el abismo, pero que no era nada urgente que cruzaran el bendito umbral.
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