Nunca voy al cine de Enrique Vila Matas
Andy Andrews no era un excéntrico, ni sus prendas eran algo insólito en aquellos días y en aquel lugar. Cuando me encontraba con él, me gustaba saludarle. -¿Cómo estás, Andy? A él le gustaba contestar parodiando una frase de Scott en su diario: -Ya ves. Treinta y dos y triste como un condenado.
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