Al sur de los párpados de Enrique Vila Matas
Me pregunté a quién estaría parodiando. A juzgar por las frases que ponía en boca del personaje, éste era sin duda, un individuo mediocre, abyecto, ruin e indeseable. Pensé de inmediato en uno de esos hombrecillos que ocultan sus insuficicnecias en un discurso trascendente. El parodiado era, con toda seguridad, un poeta fracasado. Era también un miserable mendigo. El parodiado cantaba las excelencias de un jardín normando. El parodiado era un imbécil, no cabía la menor duda. Y, de pronto, cuand más confiado me encontraba, resonando su voz en mi conciencia, descubrí que aquel ser abyecto, grotesco, miserable no era otro que yo mismo.
|