Heroínas sencillas y perversas de Emily M. Danforth
Cuando la gente le preguntaba lo que quería hacer después del instituto, incluso cuando se lo preguntaba Eric, se ponía nerviosa e inquieta, evitaba las miradas y les decía que todavía no lo sabía, que lo descubriría. No podía admitir ante esa gente (con pena o dudas en la mirada) que sus sueños eran más grandes que cualquiera de las opciones que imaginaran para ella. A veces ni siquiera podía admitirlo ante sí misma. Era abrumador creer en esos sueños. Y absurdo. Pasar horas en la tiendo de comestibles parecía mucho más seguro. Inestable, pero más seguro.
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